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marzo 6, 2025

Diseñadora

“La vestimenta es, ante todo, una herramienta para que cada mujer transforme su percepción de sí misma”

Matilde Pacheco es una diseñadora de moda, especializada en tejido de punto, que ha promovido la producción local, impulsando una industria más consciente y responsable que fusiona tradición y sostenibilidad. Además de su aporte a la moda, ha sido clave en la formación de nuevas generaciones, compartiendo su conocimiento en la Escuela Universitaria Centro de Diseño y participando en diversas iniciativas para posicionar el diseño uruguayo en el mercado internacional. Desde su perspectiva, la moda tiene un poder transformador, no solo como medio de expresión personal, sino como una herramienta para empoderar a las mujeres.

¿Cómo fueron tus primeros pasos en la industria y cuándo se da tu crecimiento profesional?

Mis primeros pasos fueron eclécticos, marcados por la exploración y el aprendizaje continuo. Cada experiencia me aportó herramientas y conocimientos que potenciaron la siguiente etapa de mi carrera. Con veintipocos años comencé a dar clases en la Escuela Universitaria Centro de Diseño, de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, mientras trabajaba en una marca local enfocada en slow fashion y lana. A lo largo del tiempo, transité distintos roles: formé parte de la directiva de la Cámara de Diseño, emprendí con mi propia marca y me capacité en nuevas tecnologías a través de cursos cortos en el exterior. Fue en ese recorrido donde fui afinando mi enfoque hasta especializarme en tejido de punto y en la industria uruguaya.

La moda puede ser una herramienta para cambiar la percepción de la mujer en la sociedad. ¿Qué lugar ocupa esta idea en tus diseños?

La vestimenta es, ante todo, una herramienta para que cada mujer transforme su percepción de sí misma. La indumentaria tiene un enorme poder simbólico: nos permite expresarnos, sentirnos seguras y proyectar la imagen que queremos. Más que una armadura o un uniforme, la moda debería ser un canal de expresión y un espacio de disfrute. En mis diseños, esta idea ocupa un lugar central. No busco que la ropa oculte, sino que potencie a quien la lleva. Vestirse también puede ser un acto lúdico, una invitación a experimentar y celebrar quiénes somos.

¿Cuál ha sido tu aporte en mejorar los procesos hacia una industria más sostenible?

Desde mi lugar, busco aportar promoviendo la producción local. En Uruguay, la escala de fabricación es menor en comparación con otros países, lo que no solo permite un mayor control sobre los procesos, sino que también reduce significativamente la huella de carbono al minimizar el transporte y la logística a gran escala. Al producir cerca del punto de consumo, se evita la sobreproducción, se optimizan los recursos y se mantiene un vínculo más estrecho con cada etapa del proceso, desde la materia prima hasta el producto final. Además, la lana —una fibra naturalmente sostenible y uno de los grandes recursos de nuestro país— es un material central en mi trabajo. Su trazabilidad y su producción responsable refuerzan el compromiso con una industria más consciente. También me interesa la investigación en nuevas tecnologías que optimicen procesos y minimicen residuos. Un ejemplo de esto es la tecnología Digital Knitwear, implementada por una empresa neerlandesa, a la que me sumé creando una colección de tejido de punto con un software que permite reducir el desperdicio en el proceso de muestreo.

¿Qué habilidades considerás esenciales para que los diseñadores se destaquen en el mercado internacional sin perder su identidad local?

La clave está en la autenticidad: ideas, procesos y materiales propios. Cuanto más genuino y enraizado en la identidad local sea un diseño, más difícil será replicarlo en otro lugar del mundo. Sin embargo, para que esa autenticidad se transforme en un diferencial competitivo es fundamental complementarla con investigación y conocimiento técnico. Un diseñador no solo debe inspirarse en su entorno, sino también estudiarlo en profundidad, comprender su patrimonio cultural, conocer las propiedades de los materiales con los que trabaja y dominar los procesos de producción. La innovación surge de la capacidad de reinterpretar lo propio con una mirada contemporánea, respaldada por un manejo técnico sólido y una búsqueda constante de nuevas aplicaciones. El valor de un diseñador no está en imitar tendencias globales, sino en ofrecer una visión propia y distintiva. Uruguay tiene una riqueza cultural y material que nos permite crear desde un lugar singular, pero para posicionarnos en el mercado internacional, necesitamos combinar identidad, técnica e investigación.

¿Qué mujeres te inspiran en tus creaciones?

Me inspira el espíritu de un tipo de mujer en particular; las luchadoras silenciosas, esas mujeres que, sin hacer ruido, se entregan a su labor con una fuerza imparable. Son las que, a través de un esfuerzo constante y sin esperar reconocimiento, han construido los cimientos sobre los cuales hoy nos paramos. A menudo, son las personas de quienes nadie imagina nada, las que hacen las cosas que nadie podría imaginar. Entre ellas, me viene a la mente mi tía tatarabuela, Matilde Pacheco, quien, con humildad y firmeza, dejó una huella profunda en muchas causas sociales de nuestro país.

¿Qué mensaje les darías a las nuevas generaciones de mujeres que aspiran a crear en el mundo de la moda?

Creen desde el conocimiento. Saber es poder. Cuanto más comprendamos las técnicas, los materiales y los procesos, más sólido será nuestro diseño. No se trata solo de estética, sino de contenido, de entender el origen de las cosas y la historia detrás de cada proceso. Cuantas más herramientas tengan, más libre será su creatividad y mayor el impacto de su trabajo. La moda es un lenguaje, y para hablarlo con fuerza y claridad, hay que conocerlo en profundidad.

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